viernes, 30 de mayo de 2008

El encanto de la "che"

Por sysifus

No deberíamos utilizar el género femenino para referirnos al dígrafo "ch", puesto que perdió la categoría de letra hace ya catorce años; pero hay costumbres que no se pierden. En cualquier caso, aunque ahora sea la "d" la que ocupa el cuarto lugar del abecedario, el fonema al que representaba siempre tendrá un protagonismo especial. A pesar de que la ancestral grafía latina terminó convirtiéndose en "c" o "qu", como en "arquitectura" (del latín architectūra), esa pérdida se ha compensado con la evolución hacia la "ch" de otros grupos: "pl" ("ancho", de amplus), "fl" ("hinchar", de inflāre), "ct" ("noche", de noctis) o "lt" ("escuchar", de auscultāre).

Pero no todos los orígenes son tan claros y, para paliar tal circunstancia, se suele decir que ciertos vocablos que cuentan con el fonema que nos ocupa son de origen onomatopéyico, lo cual es evidente sólo en algunas ocasiones, como chafar, chapotear, chistar o cuchichear. Pero también se debe su proliferación a que, además de los términos académicos que cuentan con ese fonema, existe una ingente cantidad de léxico proveniente del argot, que bebe habitualmente de tan dicharachero sonido. Probablemente parte de la causa de este fenómeno sea la predilección que tiene el lenguaje caló por la "ch": chaval, chamullar, chinorrí, choripén, chungo, charrán o churumbel son algunos ejemplos. Y lo mismo se podría decir de otras lenguas como el quechua. Pero también es cierto que la "ch" nos sale espontáneamente, ya sea al estornudar o cuando se nos intenta colar alguien en el supermercado, puesto que che es interjección, aunque suene a apodo de revolucionario marxista.

De cualquier manera, la difusión de la "ch" es de tal magnitud que se puede jugar, por descontado sin ningún ánimo etimológico, a encadenar palabras cambiando, quitando o agregando una única letra, siendo fácil obtener largas retahílas: un chuzo es una rudimentaria lanza, aunque denota lluvia si cae de punta; chulo era, hasta hace bien poco, todo madrileño que se preciase, mas sin embargo un cholo es un mestizo reemplazando "o" por "u"; ganando una "l", pierdes un chollo cuando dejas escapar la oportunidad de comprar algo muy barato, y perder la cholla es, en cambio, volverse majara; quien no sea experto en aves no sabrá lo que es una chorla, aunque probablemente salga con una chorba, que es lo mismo que novia, o bien lo sea de alguien; tener chorra es ser suertudo, contar con influencia ante la Diosa Fortuna; a través de este chorro de palabras llegamos, robando una "r", a choro, sinónimo de ladrón; choto puede ser cabrito o ternero, pero un chota es un soplón; chuta es jeringuilla en su variante más barriobajera, pero cambiando "t" por "f" obtenemos la inofensiva chufa; y de ahí, agregando una "l", nos sale chufla, como la de este artículo.

jueves, 29 de mayo de 2008

Modos de los tiempos

Por Ángeles Álvarez Moralejo
¿Alguien se ha parado a pensar, que los modos de los verbos en español forman parte de la economía lingüística de la lengua?
Pues sí, me gustaría demostrar cómo haciendo uso de un modo (Indicativo) o de otro (Subjuntivo), los hablantes comunicamos contenidos diferentes y economizamos, en algunos casos, muchas palabras.

Para dar explicación a esto, establezcamos algunas estructuras de la lengua, tanto en oraciones simples como en oraciones compuestas. Pongamos por ejemplo:

a) Tal vez está en casa
b) Tal vez esté en casa

En estas dos oraciones simples, estamos expresando duda, sin embargo en a) la duda es muy leve, es decir el hablante tiene poca duda, está casi seguro, y eso es lo que nos comunica; en cambio en la b) el hablante nos está añadiendo muchísima duda, y nos quiere decir “No tengo ninguna idea” “No me preguntes porque no sé nada de nada respecto a eso”. Evidentemente, al usar un modo u otro, estamos economizando lengua.

Pongamos ejemplos en oraciones subordinadas, en esta ocasión planteemos el tema en dos tipos de oraciones: Adjetivas y Concesivas.

a) Quiero hablar con los que pertenecen a este club.
b) Quiero hablar con los que pertenezcan a este club.

En el caso de estas dos oraciones adjetivas, gramaticalmente son correctas las dos, pues todas ellas pueden llevar Indicativo (si el antecedente es conocido por el hablante) o Subjuntivo (si el antecedente es desconocido por el hablante). Ahí esta la economía lingüística.
En el caso a) el hablante está omitiendo un contenido que está expreso en el uso del indicativo, es decir (“yo conozco a esas personas y puedes preguntarme por ellas pues te puedo dar toda la información que desees”). En el caso de b), omite lo contrario, es decir (“Yo no conozco a esas personas, sé que hay personas que pertenecen a este club, pero no, quiénes son, por lo tanto no podría darte información en el caso de que la desearas”).

Sucede lo mismo en el caso de las oraciones concesivas:

a) Saldré de clase aunque está lloviendo.
b) Saldré de clase aunque esté lloviendo.

El hablante expresa a) cuando conoce el hecho del que habla, es decir (“Sé que está lloviendo porque lo he visto con mis propios ojos”). En el caso de b) puede expresar dos cosas: bien (“No tengo ni idea de si está lloviendo o no, no lo he visto”) o (“Sé que está lloviendo, pero me da lo mismo, no voy a hacer caso de lo que tú me dices”)

Estas oraciones, según la Gramática, pueden llevar Indicativo o Subjuntivo, en el caso de que las demos como posibles, la regla establece el uso del Indicativo cuando el hablante ha comprobado el hecho al que se refiere, y Subjuntivo, cuando o bien no ha comprobado el hecho del que está hablando, o bien se opone a la idea de otra persona aunque haya comprobado el hecho. Aplicando la regla nos damos cuenta de que el uso de un modo u otro, nos lleva a economizar lengua, en cantidad de estructuras que usamos todos los días de manera inconsciente, pero que para un estudiante de español como lengua extranjera resultan imprescindibles a la hora de aprender ciertas estructuras lingüísticas.

lunes, 26 de mayo de 2008

Economía lingüística en presentadores

Por Ángeles Álvarez Moralejo
¿Por qué les resulta tan difícil a los estudiantes extranjeros el tema del artículo? Sin embargo usan otros presentadores con total seguridad y corrección. Esto es algo paradójico y creo que la respuesta está en que los profesionales que nos dedicamos a la enseñanza del español no sabemos explicárselo bien. O tal vez, por falta de reglas fijas, tampoco nosotros nos atrevamos a establecer aquellas que pueden permitir al alumno entender de manera lógica su uso.

Si partimos de la base, de que el artículo es un presentador, tenemos que saber que se llama así porque presenta a un sustantivo, quiere decir que va delante de un sustantivo o de cualquier palabra sustantivizada. Por lo que cuando usamos un sustantivo en la frase siempre debemos presentarlo con un artículo (u otro presentador: adjetivos indefinidos, numerales, posesivos, demostrativos).

La siguiente cuestión que debemos plantearnos es la de la función que desempeña el sustantivo en la frase. Solamente puede aparecer en tres situaciones, como Sujeto de la oración, Complemento directo o formando parte de un Sintagma Preposicional. Podríamos decir que en las tres situaciones debemos usar el artículo.

¿Por qué desaparece en muchas de estas posiciones? Se trata de economizar lengua. En el caso del Sujeto sólo podemos omitir el artículo cuando éste es un infinitivo o una oración completa. Cuando se trata del Complemento Directo, el artículo tiende a desaparecer cuando usamos un nombre partitivo o abstracto, o se trata de nombres de disciplinas (Matemáticas, Geografía...) y en el Sintagma Preposicional, exactamente igual que en el caso del Complemento Directo y además cuando usamos las palabras “casa” y “clase” propias.

La economía lingüística explica muchas de las dudas y problemas que se plantean en la clase de español como lengua extranjera.
¿Por qué podemos decir: “Estoy en la casa”, “Estoy en una casa”, “Estoy en casa”?
Decimos “Estoy en la casa”, cuando se trata de una casa conocida por el hablante y por el oyente, o se trata de una casa única. “Estoy en una casa”, lo decimos cuando la casa no es conocida por hablante u oyente, o no es una casa única, sino que hay varias. “Estoy en casa”, lo usamos cuando se trata de “mi” casa, por lo que en este caso omitimos el presentador, pero nuestro interlocutor entiende que se trata de la casa propia del hablante.

Si partimos de la norma que establece que cualquier sustantivo o palabra sustantivizada debe llevar un presentador, no entendemos por qué podemos decir “estoy en casa”, ya que se trata de un Sintagma Preposicional, y por lo tanto cualquier sintagma de este tipo está formado por Preposición + S. Nominal (S.N = Presentador + Sustantivo). La omisión del presentador en este caso sólo tiene una explicación: economía lingüística. Sin embargo sólo podemos omitir el presentador en el caso de que se trate de casa propia, por lo que se aplica en el caso del posesivo correspondiente al sujeto de la oración. Sucede lo mismo con la palabra “clase” y a veces, con la palabra “cama”: He pasado en cama todo el fin de semana.

Otro caso es el de los infinitivos, cuando funcionan como sustantivos. Deberían llevar un presentador en cualquier posición dentro de la frase, sean el sujeto, el C. Directo o como núcleo de un sintagma preposicional, sin embargo la omisión del presentador es la norma general en la lengua tanto hablada como escrita.
Así decimos:
Me gusta estudiar y no *Me gusta el estudiar.
Pienso ir y no *Pienso el ir.
Es muy elegante en vestir y no *en el vestir.

Aunque si usáramos el presentador, hablaríamos correctamente.


La única explicación que encuentro a este tema es la omisión del presentador por economía lingüística, y así se lo explico a mis alumnos en clase. Verdaderamente esta regla no es ninguna panacea, pero sí ayuda al estudiante de español como lengua extranjera a aproximarse mucho al uso correcto del artículo.

jueves, 22 de mayo de 2008

Paseando por Madrid

Por Roca
Calle de Santiago, en Madrid.
Hoy es un día de primavera, que no primaveral, y como, desde hace unos días, cojo "mi cámara" y salgo a pasear por las calles de esta ciudad. Vamos las dos, mi cámara y yo. Comienzo mi recorrido en la calle Santiago, calle en la que desde hace 20 años paseo y paso diariamente. Se trata de una calle del centro de la ciudad, ahora peatonal, bueno eso dicen, pero creo que hay más coches que antes, cuando, por ejemplo, en 1525 fue ensanchada para que entrara por ella la esposa de Carlos V, la emperatriz Isabel. Y por supuesto también, más tráfico que cuando el 8 de diciembre de 1564 nació en el número 2 de dicha calle la Beata Mariana de Jesús (por cierto, bautizada en la parroquia de Santiago, ubicada al final de la calle, en la llamada Plaza de Santiago).

Hace años se celebraban aquí las fiestas de Santiago (en torno al 25 de julio), haciendo honor al nombre. Actualmente no se celebran, sólo es una calle con mucha vida, de día y de noche, debido a la gran cantidad de bares y tabernas que aquí hay, y también por estar situada a escasos metros de la Plaza Mayor y del Palacio Real. Cuenta también con establecimientos de ropa, zapatos, librerías... y hasta hay una escuela para aprender nuestra lengua, el español.
Es una de esas calles agradables del centro, por la que gusta todavía pasear camino al Palacio Real, Catedral de la Almudena o los fantásticos jardines de Sabatini, con tu cámara inmortalizando esos edificios (algunos sin restaurar), tan bonitos de aquella época y leer las inscripciones que figuran a lo largo de la calle recordándonos la historia.

lunes, 12 de mayo de 2008

Bienvenida

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Cuando me planteé comenzar a escribir en este blog, la verdad es que navegué mucho a través de la red para ver en qué consistía un blog. Después de visitar miles de páginas, me di cuenta de que nunca llegaría a escribir un gran blog, pero también, de que no todo lo que se escribe en espacios como este merece la pena ser publicado. No pretendo ser la mejor ni la peor, cayendo ni en la vanagloria ni en la zafiedad, sólo intentaré escribir algo que sirva como ayuda a muchas personas que tengan interés en mis temas.

El problema principal, lo he encontrado a la hora de elegir el tema, ¿de qué podré tratar, que yo maneje medianamente y al mismo tiempo que me ayude a enriquecerme con los comentarios de quien sepa más que yo?

Tal vez he encontrado una vía de escape para tratar sobre un tema del que vengo hablando desde hace mucho tiempo y tratando en mis clases de español para extranjeros, se trata de “La economía lingüística”.

Sí, la Lengua también está sometida a la economía. Esto es algo que intentaré demostrarles, apoyándome en ejemplos que todos los días usamos, como hablantes, pero que desconocemos que son objeto de ciertos recursos lingüísticos que economizan nuestra comunicación a fin de darle más rapidez y que, en cierta manera, provocan un gran problema en los estudiantes extranjeros de español a la hora de comunicarse con los nativos.

Espero y deseo que sean muchos los profesionales de la Lengua los que nos puedan apoyar con sus comentarios, dudas, preguntas u opiniones respecto al tema propuesto.

¡Larga vida a esta nueva bitácora!

sábado, 10 de mayo de 2008

Alumbramiento

Por sysifus

Consta en el diccionario RAE que alumbrar es, entre otras cosas, disipar la oscuridad y el error; convertirlos en conocimiento y acierto. Sublime acción que, por supuesto, nos encantaría llevar a cabo; mas no debemos comenzar siendo tan petulantes: alumbrar tiene, en lo que a esta entrada se refiere, el sentido de parir, que no es poco.
Sirva por tanto tan exiguo ejercicio definitorio para dar a luz esta página. Dice la sabiduría popular que los niños llegan con un pan bajo el brazo. Por extensión, un blog naciente podría albergar bajo su interfaz un disco duro externo o un aporte extra de megabaudios; quién sabe. En lugar de eso, preferimos que suponga una fuente de nuevos amigos, y un canal de comunicación más para los que ya lo son.