viernes, 27 de junio de 2008

Transistor

Por sysifus

En otro tiempo habríamos estado pendientes del transistor. Y es que, veinticuatro años después, les plugo a los hados que nuestra selección de fútbol disputase una final. Los aparatos de radio a pilas marcaron una época, pero no tan larga: el gol de Zarra a Inglaterra en el mundial de Brasil se oyó por boca de Matías Prats, pero los receptores todavía funcionaban con válvulas. Y para cuando Maceda dejó en la cuneta a los alemanes en el ochenta y cuatro, ya lo pudimos ver en color. Sólo aquel cabezazo de Marcelino, el que nos dio la Eurocopa ante los rusos, se pudo haber escuchado realmente a través de transistores, hace cuarenta y cuatro veranos. Ahora es obligatorio disfrutar de los goles de Villa en televisores de plasma, según nos intentan vender los fabricantes de electrodomésticos. Y parece que les funciona, tanto que nuestro ojo ya se ha acostumbrado a ver el fútbol achatado, y lo demás también: es el afán por llenar completamente una pantalla panorámica a costa de deformar una imagen que no lo es.

Pero volvamos al célebre transistor, que ha calado lo suficiente para llegar a tener al menos un refrán, del que hay docenas de variantes: "no hay verano sin calor ni hortera sin transistor". Indudablemente sigue reflejando una realidad, aunque haya evolucionado. Aquellos que deambulaban por las calles con la radio pegada al pabellón auditivo dieron el relevo a otros que cargaban al hombro un espectacular y voluminoso radiocasete estéreo. La llegada de pequeños dispositivos con auriculares truncó esa tendencia, tan extendida, de castigar al personal adyacente con los gustos propios. La música se convirtió en una experiencia privada avalada por los avances tecnológicos: del reproductor de casetes se pasó al de discos compactos y después al de archivos de datos, más conocido como "eme pe tres". A pesar de ello sigue habiendo al menos dos especies que mantienen el refrán totalmente vivo. Por un lado los que instalan en su coche un amplificador con capacidad suficiente para proyectar el sonido más allá de la ionosfera. Por otro los que piensan que es muy sofisticado poner música en el móvil para que la sufran los demás, aunque en este caso la potencia sólo dé para un chirriante sonido burdamente distorsionado. Diferentes trastos para un objetivo idéntico: dar la nota.

lunes, 23 de junio de 2008

Que te..., que te..., que te...

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Pienso que cuanta más intensidad queremos darle a aquello que queremos expresar, más mano nos echa la economía lingüística. Tal vez porque cuanto más rápido y austeramente expresemos algo, mejor y más intensamente hacemos que llegue a nuestro interlocutor. Si no fuera así, ¿cómo podríamos explicar estructuras como la que intentaré exponer en este artículo?

La gramática formal nos da pautas y reglas para expresar una amenaza, sin embargo son múltiples las maneras en que podremos amenazar a nuestro interlocutor. Pongamos un ejemplo, desde más formal a más coloquial y veremos cómo influye la economía lingüística en este caso.

Situación: Es la hora de comer y la madre llama repetidamente a su hijo que está jugando en la calle, pero éste hace oídos sordos. La madre ya un poco cansada decide usar el arma de la amenaza y le dice:

Como no entres en casa, te quedarás todo el fin de semana en casa encerrado.
Como no entres en casa, te vas a enterar.
Como no entres, vas a saber quién es tu madre.
Como no entres, ya verás.

Esta es la pauta más formal que nos da la gramática, es decir, usar una oración condicional, pero usando la conjunción “como” y no “si”, que es la básica de este tipo de estructuras. No es la única, pues de una manera más económica, la madre puede decirle:

No entres en casa, y te quedas sin postre.

Sin embargo ¿quién no ha escuchado mil veces en boca de nuestras madres, en nuestra más tierna edad, expresiones como?:

Entra en casa, que te…, que te…., que te….

Ciertamente estamos frente a una expresión coloquial, sin embargo de uso muy frecuente.

lunes, 16 de junio de 2008

Gatos

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Gentilicio es el adjetivo que sirve para denominar a las personas en función del origen o la procedencia de su nacimiento. Generalmente el gentilicio se forma con el lexema del lugar y se le añaden determinados morfemas como, -ense, -ano, -és, -eño, etc. Sin embargo hay algunos gentilicios que nada tienen que ver con esta formación y que han surgido por diferentes razones culturales o históricas. Ese es el caso de “gato”, aplicado a aquellos nacidos en Madrid. Bien es verdad que como ciudad del reino y capital del país, siempre esta ciudad se ha distinguido de otras de manera superlativa, pues hasta en el tema de los gentilicios se muestra esta superioridad al tener dos: madrileño y gato.
El primero comparte la misma formación que la de la mayor parte de lugares, sin embargo “gato” está bastante alejado de esa formación y se acerca más al sustantivo común para denominar a un tipo de animal, muy familiar para todos.
Este es el tema que me ocupa este artículo, explicar la procedencia del gentilicio “gato”, aplicado a los originarios de Madrid.

Allá por los años 852-886, cuando Muhammad I, hijo de Abderramán II, funda Madrid, tuvo un único objetivo que era el de crear una fortaleza militar justo en la Marca Media que señalaba el límite entre la España cristiana y la árabe. Esta fortaleza estaba ubicada donde actualmente se encuentra el Palacio Real y desde su torre vigía controlaban los árabes todo el valle del Manzanares y la Sierra de Guadarrama, lugar por donde los cristianos hacían incursiones en los territorios musulmanes.

La muralla de Magerit (nombre que le dieron los árabes a Madrid) se asentaba sobre un gran foso y se levantó con grandes bloques de pedernal, al mismo tiempo construyeron en ella torres cuadradas. Debía de tener tres puertas de acceso – la de la Vega, la del Arco de Santa María y la de la Sagra- así como varios portillos.

Magerit recibió varias visitas no deseadas de los cristianos a lo largo de muchos años. En el 924, fue el conde Fernán González quien lo intentó. En 968, el rey de León Ramiro III , pero el ataque definitivo fue en 1085 con el rey Alfonso VI.

Fue un día de mayo de ese año cuando las tropas del rey de Castilla, Alfonso VI, se acercaron a Magerit, aprovechando el silencio y las sombras de la noche. Ya había amanecido cuando las tropas llegaron a los pies de la muralla. Tenían que actuar con rapidez si querían sorprender a los defensores de la fortaleza. De repente uno de los soldados cristianos se separó del grupo y comenzó a trepar por la pared de la muralla con mucha agilidad. Todos lo observaron sorprendidos y comenzaron a comentar que parecía un gato. Por esta razón y a partir de entonces este soldado y todos sus descendientes cambiaron su apellido por el de Gato, llegando a ser uno de los apellidos más castizos e importantes de aquella época.
Cuando comenzó la lucha, este hombre ya había llegado arriba, arrancó la bandera de la Media Luna y colocó en su lugar la enseña cristiana.

Desde ese momento, a los nacidos en Madrid se les llama cariñosamente “gatos”.

Lost in translation

Por sysifus

Debió de existir una época en la que cualquier traducción, si iba a quedar registrada en papel, estaba avalada por un trabajo medianamente serio. Lo cierto es que hoy, inmersos en un tiempo en el que las letras impresas con tinta son minoría, y los canales de información son tan vastos que los datos apabullan más de lo que enriquecen, las traducciones académicas son, en ocasiones, lujos prescindibles en aras de la rapidez o la economía.

La traducción, cuando es buena, es un arte. Si usted lee a Herman Melville en castellano, recuerde que alguien se ha encargado de plasmar, usando la lengua de Cervantes, la obra del neoyorquino. No se trata simplemente de cambiar cada palabra por su correspondencia: eso puede hacerlo una máquina programada adecuadamente. Comprobemos cómo se defiende la aplicación Google translator con las primeras frases de "Moby Dick":

Call me Ishmael. Some years ago -never mind how long precisely- having little or no money in my purse, and nothing particular to interest me on shore, I thought I would sail about a little and see the watery part of the world.

La versión en español que obtenemos, reproducida a continuación, es un tanto jocosa y en parte incomprensible, siendo especialmente significativa la equivalencia propuesta para la expresión "I thought I would sail about a little". No obstante, según mi experiencia, podría haber sido bastante peor:

Llámame Ishmael. Hace algunos años -no importa cuánto tiempo- precisamente tener poco o ningún dinero en mi bolsillo, y nada de particular interés para mí en tierra, yo pensé que vela sobre un poco y ver la parte líquida del mundo.

Afortunadamente el mundo literario sigue contando con traductores de verdad. Pero media un abismo entre la pulcritud de la producción novelística y los demenciales folletos de instrucciones para aparatos de bajo coste fabricados en países lejanos. Y entre las dos orillas nos encontramos con traducciones que dan el pego, pero que esconden algo tras su apariencia de corrección. Son textos minados, tanto por estar deteriorados frente al original, como por ocultar bombas en forma de pifias por doquier. El lector, ante documentos de esta índole, ha de defenderse también por partida doble: identificando posibles errores y evitando contagiarse con esquemas incorrectos. En entradas futuras nos ocuparemos, si las circunstancias no lo impiden, de desarrollar algunos aspectos relacionados con este tema.

miércoles, 11 de junio de 2008

La Plaza de Santiago

Por Roca
Plaza de Santiago, en Madrid.
Sin salir de la zona de los Austrias y continuando por la calle Santiago, por donde hace ya unas semanas paseábamos mi "super cámara" y yo, llegamos hoy a la plaza del mismo nombre.

La Plaza de Santiago, no es en realidad una plaza " al uso"; es más bien una continuidad de la calle anteriormente mencionada. Pero bien, estamos en la Plaza donde se encuentra la Iglesia de Santiago y de San Juan Bautista, reunidas en la misma iglesia. La primitiva iglesia de San Juan Bautista estaba en la actual plaza de Ramales.

La iglesia de Santiago es también igual en antigüedad, pero la diferencia es que a la de San Juan iban los católicos y a la de Santiago, los seguidores de Arrio; por lo que deducimos que dicha iglesia existía ya en tiempo de los godos, pues el "arrianismo" cesó en el reinado de Recaredo.

La iglesia actual es de 1811, de planta de cruz griega. Aquí estuvo depositado el cadáver de D. Mariano José de Larra (Fígaro), que se suicidó en su casa de la cercana calle de Santa Clara. Como dato curioso, decir que de aquí salió el entierro del escritor y fue la primera vez que se dio sepultura "en sagrado" a un suicida.

martes, 10 de junio de 2008

Los pronombres

Por Ángeles Álvarez Moralejo
El tema de los pronombres también tiene su trato dentro de la economía lingüística. ¿Qué son sino los pronombres? Su propia definición nos lo aclara: “Sustituyen al nombre”.

A diferencia de otras lenguas, como es el caso del inglés, nuestros verbos son desinenciales, por lo que utilizar el pronombre sujeto delante de las mismas, resulta reiterativo y absurdo, sería como “comer pan con pan”. Si decimos “hablo”, entendemos “yo”, no es necesario decir el pronombre. Es cierto que a veces lo debemos usar, pero sólo en dos situaciones, bien cuando queremos intensificar o bien cuando puede provocar alguna confusión. Sabemos que hay ciertos tiempos verbales, como son los Pretéritos imperfectos, Condicionales, Pluscuamperfectos o Presente de Subjuntivo que comparten la misma forma en la primera y tercera persona del singular. Con estos tiempos (excepto el presente de subjuntivo), que son los que corresponden al Estilo Indirecto, a veces se da confusión, cuando esto suceda debemos señalar el pronombre sujeto correspondiente. Por ejemplo: Dijo que iba (él, ella, Ud. yo) al médico por la mañana.

En el caso de los pronombres complemento, por sí mismos forman parte de esa economía lingüística que estamos tratando. Lo mismo sucede con todos los demás pronombres: relativos, indefinidos, demostrativos, posesivos, etc.

Ejemplos como:
-¿Has leído el libro a tu abuelo?
- Si, se lo he leído.

Los chicos, con los que hablamos el otro día, son los mejores de la clase.

¿Tienes libros de Historia?
- Sí, tengo alguno.

Tengo libros muy variados: estos son de Historia, esos de Gramática y aquellos de Arte.

En mi casa tenemos tres coches. El mío es de color azul.

Supongo que la idea de la economía lingüística puede tener varias razones de ser y que a lo largo de toda la larga vida de la historia de la lengua, se ha venido fraguando en este sentido. Bien por evitar la repetición de las mismas palabras, lo cual da un aspecto repetitivo y raro, o bien por darle una mayor rapidez a la comunicación.

lunes, 9 de junio de 2008

Cuarenta de mayo

Por sysifus
En Madrid el día ha amanecido hoy triste y anodino. Lloviendo, aunque sin ganas; ni siquiera para llegar a considerar lo caído del cielo como "agua de mayo". El clima estival, que desde hace dos meses realiza incursiones estratégicas en nuestra meteorología, ha vuelto a la retaguardia y nos ha dejado en su lugar una borrasca más propia de abril que de junio. Ya lo dice el refrán: "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo". ¿Debemos pensar que mañana, cuarenta y uno de mayo, podremos olvidar en el fondo del armario la ropa invernal? El refranero está preparado para tales contingencias con dos variaciones: "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo y si junio es ruin hasta el fin" y "hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo y para más seguro hasta el cuarenta de junio". No son tan categóricas, pero nos vienen de perlas.