viernes, 17 de octubre de 2008

Guachupichu

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Podríamos hablar de una metonimia contaminada. ¡Quién les iba a decir a los vecinos del famoso y espectacular Machu-Pichu, que algún día el nombre de su famoso monte les iba a servir para ser nominados con el adjetivo-gentilicio “guachupichu”!
Lo más anecdótico del caso es que dicho adjetivo engloba no sólo a los vecinos y habitantes de dicha zona, sino a todos aquellos que son descendientes de los países colonizados, o invadidos, ¡da igual!, por nuestro, o de los italianos, incomparable Colón.
Podríamos decir que “guachupichu” es el adjetivo despectivo de “indio”.
Personalmente no estoy de acuerdo con el uso de este adjetivo, sin embargo se ha extendido de tal manera que no me extrañaría que, en breve, la RAE lo incluyera en el diccionario, debido al uso idiomático que se ha venido haciendo últimamente del término.
Si en Japón, por ejemplo, se usa el término “gaiyín” para aludir al foráneo o extranjero, ahora en España ya nos hemos colocado a su nivel, creando el adjetivo “guachupichu”. Para que luego digan que estamos a años-luz de ciertos países ricos, claro que depende de a lo que se refieran. En algunos casos nos igualamos a ellos rápidamente, e incluso podemos superarlos. Sobre todo si consideramos el número de letras con el que escribimos el mismo término (Seis frente a once). En otros, no les llegamos ni a los calcañales.

Ahora viene la cuestión: ¿Qué tiene que ver este tema con la economía lingüística? Pues creo que desde el punto de vista de la semántica, en el término “guachupichu” están condesados múltiples significados, como: persona que viene del ultramar a buscar trabajo. Persona que tiene sus orígenes en las tierras conquistadas por Colón. Persona que recibe con agradecimiento y sumisión los trabajos que los españoles nativos rechazamos. Persona humilde que sólo desea la integración cultural y económica de nuestro país. (…)
Al menos espero que si la RAE lo incluye en su diccionario, le dé también los múltiples significados que tiene, a modo de ejemplo me he arriesgado a dar algunos, sin embargo se pueden ampliar terriblemente con la colaboración de todos.

martes, 14 de octubre de 2008

Conjunciones temporales

Por Ángeles Álvarez Moralejo
A veces nos preguntamos que para qué existen en la lengua tantas conjunciones con idéntico significado. Podríamos decir que este fenómeno es la antítesis de la economía lingüística, y es cierto; sin embargo la existencia de las mismas da ciertos rasgos de expresividad a la lengua enriqueciéndola sobremanera.
Es el caso de conjunciones temporales como: tan pronto como, nada más que, en cuanto, apenas, no bien, así que. Todas ellas sirven para indicar una acción posterior inmediata en el tiempo. Si las comparamos con después de que podemos decir que en este caso sí hay un rasgo diferenciador que nos remite a la economía lingüística, ya que al decir:

a) Nos veremos después de que salgas de clase
b) Nos veremos en cuanto salgas de clase

En el caso de a), refleja falta de exactitud en la acción y esto obligará al interlocutor a preguntar: Pero, ¿a qué hora?, porque salgo a las 11:00. Sin embargo al expresar b), no hay ninguna duda, ya que indica la acción exactamente, si sales de clase a las 11:00, inmediatamente nos veremos. Lo cual evitará gastar saliva a nuestro interlocutor.

Sucede lo mismo con la conjunción cuando, que puede sustituir a cualquier conjunción temporal, sea acciones repetidas (siempre que, cada vez que), sea acción final (hasta que), u origen (desde que), anterior (antes de que), simultánea (mientras que), etc.

Con esto debemos sacar como conclusión que debemos ser estrictos en el uso de las conjunciones bien para evitar malentendidos, o bien para hablar con exactitud frente a las diferentes situaciones en las que nos encontremos.