miércoles, 2 de septiembre de 2009

¡Qué le vamos a hacer!

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Creo que hay ciertas expresiones en la lengua que deberíamos hacer desaparecer de un zarpazo. Expresiones que son de lo más usado entre la mayor parte de hablantes y cuya frecuencia podría acabar con la paciencia, incluso de los propios protagonistas.
Aludiendo a otras expresiones: “No hay mal que cien años dure”, “Dios proveerá”, “Vendrán tiempos mejores”, etc. que a diferencia de la del título, que la usamos para aceptar resignadamente lo que la vida nos trae, estas nos ayudan a expresar la esperanza estúpida de que lo que nos está sucediendo pasará pronto y tendremos una recompensa, pero ¿qué recompensa? Si nunca levantamos cabeza en este “valle de lágrimas” como dice la Biblia. En cualquiera de los casos no lo entiendo. Parece que a tu alrededor vienen épocas negativas, frustrantes, tristes, preocupantes… que afectan a todos los órdenes del ser humano y que no sólo te afectan a ti, sino que involucran a gran parte de las personas que te rodean y que comparten, de una forma u otra, tu vida. Épocas de problemas, enfermedades e, incluso, muertes de seres queridos. Sin embargo, hay otras en las que todo va sobre ruedas y parece que los males del mundo no van contigo, sino que es cosa de los otros.
Siendo partícipe del agnosticismo, tengo que mencionar por segunda vez el libro sagrado y referirme a esa época de vacas gordas y vacas flacas de la que habla; parece que una vez tiene tristemente razón. Son etapas de 7 años, según el libro, pero cuando vuelvo atrás en mi pasado y contemplo el presente tengo que reconocer que, al menos, en mi caso, hay mucha verdad en todo eso. No sé si son exactamente 7 años, pero son etapas aproximadas en las que parece que todo se pone patas arriba o camina sobre ruedas. Actualmente estoy viviendo una de las primeras, sin embargo me resisto a decir ¡Qué le vamos a hacer! La única solución que veo en todo esto es intentar tirar del pellejo como podamos y no hay otra.

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