Creo que hay ciertas expresiones en la lengua que deberíamos hacer desaparecer de un zarpazo. Expresiones que son de lo más usado entre la mayor parte de hablantes y cuya frecuencia podría acabar con la paciencia, incluso de los propios protagonistas.
Aludiendo a otras expresiones: “No hay mal que cien años dure”, “Dios proveerá”, “Vendrán tiempos mejores”, etc. que a diferencia de la del título, que la usamos para aceptar resignadamente lo que la vida nos trae, estas nos ayudan a expresar la esperanza estúpida de que lo que nos está sucediendo pasará pronto y tendremos una recompensa, pero ¿qué recompensa? Si nunca levantamos cabeza en este “valle de lágrimas” como dice la Biblia. En cualquiera de los casos no lo entiendo. Parece que a tu alrededor vienen épocas negativas, frustrantes, tristes, preocupantes… que afectan a todos los órdenes del ser humano y que no sólo te afectan a ti, sino que involucran a gran parte de las personas que te rodean y que comparten, de una forma u otra, tu vida. Épocas de problemas, enfermedades e, incluso, muertes de seres queridos. Sin embargo, hay otras en las que todo va sobre ruedas y parece que los males del mundo no van contigo, sino que es cosa de los otros.
Siendo partícipe del agnosticismo, tengo que mencionar por segunda vez el libro sagrado y referirme a esa época de vacas gordas y vacas flacas de la que habla; parece que una vez tiene tristemente razón. Son etapas de 7 años, según el libro, pero cuando vuelvo atrás en mi pasado y contemplo el presente tengo que reconocer que, al menos, en mi caso, hay mucha verdad en todo eso. No sé si son exactamente 7 años, pero son etapas aproximadas en las que parece que todo se pone patas arriba o camina sobre ruedas. Actualmente estoy viviendo una de las primeras, sin embargo me resisto a decir ¡Qué le vamos a hacer! La única solución que veo en todo esto es intentar tirar del pellejo como podamos y no hay otra.
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