lunes, 30 de noviembre de 2009

Sagitario

Por Ángeles Álvarez Moralejo




Aprovechando que estamos bajo la influencia de este signo zodiacal y al darme cuenta de que mi vida y circunstancias están rodeadas de personas que nacieron con este signo, he decidido escribirles algo para que, si se dan por aludidos, sepan lo que siento por ellos y pienso de ellos.
Las características del mismo es esa doble naturaleza que representa Sagitario, de mitad hombre y mitad caballo, que les hace estar permanentemente en un deseo de cambio a fin de conquistar situaciones siempre distintas que le llevan en muchas ocasiones a una independencia extravagante, incluso, a la rebelión. Siempre está contra las reglas de su medio y se comporta como un inadaptado que rompe las ataduras sociales de las que todos dependemos, es decir actúa como un pura sangre, dando coces fuertes a la gente que más cerca estamos.
Los sagitario como amigos pueden llegar a ser fantásticos, pues son partidarios de la legalidad, hasta el extremo de enfrentarse al Papa de Roma, si creen que es lo legal. Es un ser abierto, simpático, gentil, anfitrión, eufórico, recto, leal, caballeroso. En fin, a pesar de que mi horóscopo es Tauro y con Sagitario no hacen muy buenas migas, estoy encantada con mis amigos Sagitario, aunque a veces tenga ese sentimiento de impotencia de no saber cómo ayudarles, debido a lo enigmáticos que pueden llegar a ser. Todo lo abiertos que son en las reuniones sociales, pasa a ser un misterio cuando se trata de sus propios problemas; es muy difícil que abran su alma a alguien buscando ayuda, sin embargo ellos dejan su vida para ayudarte.
Cuando tienes un sagitario en la familia, la cosa cambia, pues en este caso no compartes fiestas con él, sino que sufres de sus incoherencias y extravagancias diarias. Y ese afán de independencia se convierte en una total irresponsabilidad consigo mismo y con todo lo que le rodea haciéndole daño a sus seres más queridos. No se dejan ayudar mostrando una prepotencia suprema que pone al límite hasta el más santo. Sufren, estoy segura de que es así, sin embargo no sabemos por qué lo hacen, aunque lo imaginemos. Si intentas hacerlos razonar y ver que viven una realidad diferente a la del resto de los humanos, te hacen ver que la persona que está fuera de todo eres tú, que él está en la total posesión de la verdad absoluta.
Me encantaría que pudieran compaginar su inteligencia humana con su instinto animal, estoy completamente segura de que lograríamos una persona entrañable y de la que no nos podríamos alejar.
Comunicarles, además, que los que estamos a su alrededor estamos para algo más que para discutir con ellos, que aunque les cueste, intenten asimilar y entender que tal vez a veces tenemos razón, que no se puede vivir sabiendo que los demás sufren y que si ignoran esto, hagan un esfuerzo mental para entender que nosotros también tenemos piel y que nos duelen las cosas; que se enfrenten a sus iguales y dejen en paz a los más débiles, lo sean por edad o por status social.
No pediré nunca que Dios me ponga un sagitario en mi vida, pero al menos le pido a los hados que me ayuden a vivir con los que ya tengo, y de los que no puedo prescindir. ¡Muchas felicidades a todos!

martes, 24 de noviembre de 2009

Construcción inglesa

Por Ángeles Álvarez Moralejo
¿Qué es la construcción inglesa? A primera vista podríamos pensar en que se trata de algo relacionado con la arquitectura o la ingeniería y se nos dibuja en nuestra mente bien la casa del Primer Ministro inglés, tantas veces vista en nuestras noticias, o bien el edificio del parlamento con su Big-Ben apuntando al cielo entre la perpetua niebla londinense. Pues no, en este caso se trata de algo totalmente lingüístico. No entiendo a quién se le ocurriría llamar a la estructura de la que voy a tratar en este artículo con semejante nombre, supongo que tenía un mal día, que a todos nos pasa, pero fuera quien fuera, no estuvo demasiado acertado en la acepción. ¿Qué pasa? ¿Qué el inglés está por encima de nuestra lengua y por eso lo imitamos continuamente? La realidad nos dice que es así. Probablemente debido a la gran influencia que tiene en los países latinoamericanos, donde el “spanglish” es ya una realidad. Sin embargo, si son muchos más hispanohablantes los que extienden este tipo de recursos, podría ser el español el que influyera más en el inglés y no al contrario. Tampoco podemos olvidar que nuestros académicos, afortunadamente, son bastantes conservadores con este tipo de cuestiones y aquello de que “Limpia, fija y da esplendor” lo llevan a rajatabla, porque de lo contrario, nuestra lengua estaría en un claro peligro.
Bien, vayamos a la estructura que nos interesa. Se trata de un fenómeno de economía lingüística claramente, pues simplificamos la estructura para dar el mismo contenido con menos desgaste.
Pongamos ejemplos:
a) Me prohibieron salir de noche
b) Nos llamaron para hablar del asunto

En el caso de a) se trata de una oración sustantiva, en la que el sujeto entre el V1 y el V2 es diferente, por lo que, según la regla de nuestro admirado Nebrija, deberíamos decir “Me prohibieron que saliera de noche”. Sin embargo al usar el pronombre “me” delante del V1, que nos señala el sujeto “yo” del V2, podemos hacer uso de la construcción inglesa.
En el caso de b), construcción final, sucede lo mismo, deberíamos decir “Nos llamaron para que habláramos del asunto”.
Sea de la manera que sea, demos la bienvenida a construcciones como esta que hermana perfectamente con estos momentos de crisis que estamos viviendo. Pues, en definitiva la crisis conlleva economía de cualquier manera que la contemplemos.
Si bien tengo que señalar que esto puede implicar cierta paradoja, pues si lo que queremos es economizar lenguaje, al doblar las estructuras, lo que estamos haciendo es redundar con estructuras simétricamente iguales. ¡Viva la abundancia en momentos de crisis!

lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Crisis en la cocina?

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Ciertamente esta maldita crisis nos está afectando, desgraciadamente, a todos; bueno, a unos más que a otros, puesto que los que tienen, jamás se ven salpicados por este tipo de miserias; sin embargo la mayoría de los mortales, que nos pasamos la vida buscando la forma de ganarnos la vida, somos los que más sufrimos este tipo de situaciones. Hace algún tiempo nos lo tomábamos a risa, entre otras cosas porque nuestro querido "Alpargatero" nos transmitía ese optimismo preclaro que ni él mismo se creía, pero los españoles somos de esta guisa. A medida que pasan los días vamos viéndole las orejas al lobo, y ya están asomando por nuestras puertas. En realidad ¿Podemos hacer algo? Pienso que sí. Podemos, por ejemplo, aprender a comer bien y barato. Esto aparentemente puede sonar a paradoja, o más bien a una sonada tontería, pero creo que se puede afirmar categóricamente que es posible.


Comer es una necesidad de primer orden, por lo tanto debemos estrujarnos los sesos para encontrar la forma de hacerlo lo mejor posible y olvidarnos de que la crisis también puede tocar a nuestros fogones.

Después de haber realizado ya 6 menús en nuestra nueva aula de Cocina Estudio-2, nos hemos dado cuenta de que la gente tiene especial interés en los platos contundentes, esos platos heredados de nuestras madres y abuelas y que, a pesar de ser supersencillos, nos alimentan sobremanera; platos que son reliquias dentro de nuestra cultura gastronómica. Me estoy refiriendo a las alubias del Barco de Ávila, las lentejas de La Armuña o los garbanzos de Fuentesaúco, sin olvidar las patatas, tomates, pimientos, repollos de la huerta gallega o castellana y los huevos de esas gallinas que la tía Satur mima y alimenta con trigo y el poco o mucho verde que le regale la naturaleza en su prado, dependiendo del agua de lluvia con que el cielo se digne a regar esas pobres tierras, gallinas que, incluso, le llegan a incubar y sacar pollitos. ¿Dónde se puede ver eso, sino es en el corazón de nuestros pueblos?

Pocos son los productos que se necesitan para elaborar ricos platos y alimentarnos de manera sana y natural. ¿Son baratos? Pues sí, o al menos todos estos productos están al alcance de cualquier bolsillo, si los comparamos con los que podemos adquirir en los mercados. Debemos acostumbrarnos a comprar directamente al productor y evitar el comprar los productos que, adulterados, pasan por las manos de un montón de intermediarios.

De esta manera podemos solucionar un poco la crisis: Abarataremos nuestra cesta de la compra, comeremos mejor y al mismo tiempo podemos dar un empuje económico a los productores que son los primeros en acusar los zarpazos de la deficiencia económica.