lunes, 2 de noviembre de 2009

¿Crisis en la cocina?

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Ciertamente esta maldita crisis nos está afectando, desgraciadamente, a todos; bueno, a unos más que a otros, puesto que los que tienen, jamás se ven salpicados por este tipo de miserias; sin embargo la mayoría de los mortales, que nos pasamos la vida buscando la forma de ganarnos la vida, somos los que más sufrimos este tipo de situaciones. Hace algún tiempo nos lo tomábamos a risa, entre otras cosas porque nuestro querido "Alpargatero" nos transmitía ese optimismo preclaro que ni él mismo se creía, pero los españoles somos de esta guisa. A medida que pasan los días vamos viéndole las orejas al lobo, y ya están asomando por nuestras puertas. En realidad ¿Podemos hacer algo? Pienso que sí. Podemos, por ejemplo, aprender a comer bien y barato. Esto aparentemente puede sonar a paradoja, o más bien a una sonada tontería, pero creo que se puede afirmar categóricamente que es posible.


Comer es una necesidad de primer orden, por lo tanto debemos estrujarnos los sesos para encontrar la forma de hacerlo lo mejor posible y olvidarnos de que la crisis también puede tocar a nuestros fogones.

Después de haber realizado ya 6 menús en nuestra nueva aula de Cocina Estudio-2, nos hemos dado cuenta de que la gente tiene especial interés en los platos contundentes, esos platos heredados de nuestras madres y abuelas y que, a pesar de ser supersencillos, nos alimentan sobremanera; platos que son reliquias dentro de nuestra cultura gastronómica. Me estoy refiriendo a las alubias del Barco de Ávila, las lentejas de La Armuña o los garbanzos de Fuentesaúco, sin olvidar las patatas, tomates, pimientos, repollos de la huerta gallega o castellana y los huevos de esas gallinas que la tía Satur mima y alimenta con trigo y el poco o mucho verde que le regale la naturaleza en su prado, dependiendo del agua de lluvia con que el cielo se digne a regar esas pobres tierras, gallinas que, incluso, le llegan a incubar y sacar pollitos. ¿Dónde se puede ver eso, sino es en el corazón de nuestros pueblos?

Pocos son los productos que se necesitan para elaborar ricos platos y alimentarnos de manera sana y natural. ¿Son baratos? Pues sí, o al menos todos estos productos están al alcance de cualquier bolsillo, si los comparamos con los que podemos adquirir en los mercados. Debemos acostumbrarnos a comprar directamente al productor y evitar el comprar los productos que, adulterados, pasan por las manos de un montón de intermediarios.

De esta manera podemos solucionar un poco la crisis: Abarataremos nuestra cesta de la compra, comeremos mejor y al mismo tiempo podemos dar un empuje económico a los productores que son los primeros en acusar los zarpazos de la deficiencia económica.

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