martes, 14 de diciembre de 2010

11 de julio, fiesta Nacional

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Cuando está terminando el año de la "Edad de Oro" del deporte español, a pesar de todos los comentarios y dudas que hay sobre nuestros atletas y aprovechando que vivimos en un país cada vez más anticlerical y aconfesional, no supondría ningún cisma declarar el día 11 de julio como fiesta nacional. ¿Por qué seguir imponiendo nuestras fiestas religiosas? No tiene mucho sentido, lo que la gente defiende ahora, a ultranza, son ciertos acontecimientos que aúnan a la mayoría de la gente bajo un único lema. En el caso del pasado 11 de julio (poco más de San Fermín), el lema fue: "Yo soy español". Pienso que esta es la nueva religión, pues es en lo que cree todo el mundo y lo que hace que la gente viva más feliz y olvide sus problemas cotidianos, que no son exclusivos, sino que todos somos víctimas de los mismos. El fútbol es una filosofía de vida que agrupa a todo tipo de personas, de diferentes edades, países, religiones, lenguas, profesiones, culturas... Pues bien, admitamos estos eventos como algo tan importante como para dedicarles un día. El santoral ya está demasiado lleno.
Yo propongo a aquellos que tengan la fuerza suficiente para poder hacer algo al respecto, que impongan el 11 de julio como el día del "Orgullo nacional". ¿Cómo podría celebrarse? Pues como cualquier fiesta: con conciertos de música, en los que se cantaran todas aquellas canciones que de alguna manera evocaran a nuestro país; con concursos literarios (aquí se me va la pinza, por defecto) para ver si de una vez por todas algún avezado poeta o cantautor es capaz de escribir la letra más digna para nuestro himno nacional y evitar que nuestros deportistas parezcan muñecos de guiñol cuando lo escuchan; con exposiciones de fotografías, bufandas, camisetas, vuvucelas, gorros y otros enseres decorativos y todos aquellos objetos que recuerden al feliz día en que "La Roja" ganó la copa del mundo; con manifestaciones en la calle que volvieran a reproducir esa marea roja que cautivó a medio mundo ( o a todo el Planeta); engalanando nuestras casas, parques, balcones y plazas con nuestra bandera e indultando de todas las cartas de los restaurantes (sólo por un día, más sería inaceptable) los platos que contengan ese cepalópodo que auguró nuestro triunfo.
Que ese día quedara para siempre como el día en que 23 santos varones nos dieron la mayor felicidad, que alguien puede alcanzar en su vida, a más de 44 millones de españoles. Ellos pasarían a formar parte del santoral. Tal vez, incluso el Vaticano estuviera de acuerdo y colocara el tema sobre el tapete de la mesa papal, a pesar de que la unión hace la fuerza, no creo que sea posible; sin embargo, por falta de ganas, que no quede.

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