martes, 26 de octubre de 2010

¡Felicidades, madre!

Por Ángeles Álvarez Moralejo

¡Qué bueno, madre! Hoy cumples 80 años. Me parece mentira que ya seas octogenaria, sin embargo me siento feliz y orgullosa de tener a la protagonista de mi existencia, tan sana y activa.
Sé que tu deseo desde niña hubiera sido el de ser artista, de hecho la naturaleza te regaló una voz bien bonita con la que amenizaste nuestra infancia. No necesitábamos radio, tú eras la radio.
Te entregaste con toda la energía de que disponías a nuestra educación, luchando contra viento y marea a fin de conseguir que tus hijos se formaran, aun sin disponer de recursos económicos suficientes, para eso estaban las becas ¿verdad? (no fáciles de alcanzar), pero tú, no sé de qué forma, te saliste con la tuya.
Durante toda la vida has demostrado ser una madre coraje y continúas en tus trece, de ahí que a veces te sientas mal porque no has asimilado todavía que ya somos mayores y que la función de cuidar, ahora es nuestra; somos nosotros los que debemos estar pendientes de ti, no porque lo necesites, sino porque deseamos que sigas a nuestro lado muchísimo tiempo más.
En este día tan especial quiero decirte que te quiero mucho y que eres la persona más importante de mi vida.
Eres la artista, la maestra y la madre mejor del mundo y hoy queremos homenajearte, ya que te caen 80 primaveras.
¡¡¡¡¡MUCHAS FELICIDADES y millones de besos!!!!!

viernes, 1 de octubre de 2010

El tránsito del Caballero

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Noche de luna llena, plena de misterio,

luna de agosto sin retoño.

Luz de la senda oscura, con frío,

lucha inútil sin retorno.

Cae la noche, oigo la marea

y viene el alba sin un halo de vida.

Inquietud, desasosiego y tristeza,

presintiendo una única realidad.

Paredes blancas y asépticas de hospital;

mascarillas, oxígeno y nada más.

Somnolencia en las batas de la guardia.

Sólo queda la angustia de esperar.

Olor a metal y silencio.

Quiso marcharse en el seno de la noche.

No esperó a que llegara el alba

y cerró sus ojos sin un reproche.

Vivir en un iglú

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Dice un proverbio esquimal: “Que tengas calor en tu iglú, petróleo en tu lámpara y paz en tu corazón”

No sé cuál sería la forma de hacérselo llegar a todos aquellos, que abusando de la confianza de todo un pueblo democrático, hemos puesto nuestra confianza en ellos a fin de que nos provean de esos tres elementos tan fundamentales en la vida de toda persona cuyo derecho es vivir dignamente.

Hoy nos hemos despertado escuchando nuevas subidas de luz y gas, Antes nos sorprendíamos con tales medidas, ahora, en cambio, a base de la frecuencia con la que se nos dan, ya estamos acostumbrados y, como no nos queda otra, las aceptamos de tal forma que ya ni siquiera son objeto de comentario en los foros.

La paradoja es que sí tenemos calor y luz en la casa, pero ¿a qué precio? Al que le sale de los mismísimos a nuestros gobernantes, y de esta manera o lo tomas o lo dejas. Si no pagas, no lo disfrutas y pasas a vivir como lo hacían los cavernícolas. Claro que ellos eran más afortunados pues aprovechaban los recursos naturales, que les regalaba la madre naturaleza, y los aprovechaban hasta tal punto que, gracias a ellos, podemos disfrutarlos en la actualidad. Además nuestros antepasados desconocían esta tecnología que para nada la necesitaban, ya que lo que se desconoce no se echa de menos.

¿Qué hay de la paz en tu corazón? Pues más de lo mismo. Ya dice otro proverbio (ahora sí, castellano) “La danza sale de la panza”; si no tenemos cubiertas nuestras necesidades básicas, malamente vamos a dormir tranquilos. Vivimos con la incertidumbre de cómo evolucionará todo esto y eso nos provoca desasosiego contínuo y hace que no seamos tan felices como mereceríamos.

Desde aquí apelo al Gobierno a que recapacite un poco sobre el estado de ánimo de los españoles, que salga de esa burbuja en la que pasa el tiempo y sea un poco más condescendiente con todos los que hemos hecho que disfrute del paraíso en el que vive. Es injusto que los demás tengamos que conformarnos con vivir en el infierno y, lo que es peor, dormir en un iglú durante el invierno que se nos avecina; claro que, a diferencia de los esquimales, tengamos que hacerlo gélidos y en penumbra.

Lo mejor de todo, sería que no dispusiéramos de televisión ¡Total, para lo que hay que ver!