viernes, 18 de marzo de 2011

Solidaridad con Japón

Por Ángeles Álvarez Moralejo
Ya han pasado 8 días desde que la naturaleza, en un ataque de furia incontenida, se cebó con Japón. Ellos que basan, según su mitología, la causa de los terremotos en el enfado de un gran pez sobre el que se basan los cimientos de su país, parece como si en esta ocasión no se hubiera tratado simplemente de ese gran pez, sino de un ser mitológico y legendario que hubiera soltado un coletazo inconcebible sobre un pueblo que lo que tiene lo ha conseguido a base de esfuerzo y sacrificio.
Tres han sido, y no una sola, las grandes catástrofes acaecidas el pasado día 11 de marzo, fecha que será inolvidable para todo el pueblo japonés, con el que nos solidarizamos también por causa de esa fatídica fecha. 
Ya hay dos 11M. Tres catástrofes que responden a los tres estados físicos de algunos elementos: El solido representado por un terremoto de intensidad 9 en la escala de Ritcher; el líquido, en una inmensa ola, que provocó un tsunami jamás antes conocido; y el gaseoso, en la central nuclear de Fukushima. A todo lo cual debemos añadir ese estado entre sólido y líquido de la nieve que cubre la zona más afectada y que cubre de blanco el desastre provocado por el tsunami, para que no resulte tan siniestro.
¿Puede la naturaleza humana soportar tanta tragedia? Pienso que solamente los japoneses están preparados y educados para ello. No quiero ni pensar en la actitud de cualquier otro pueblo en la misma situación. Ellos nos han sorprendido con su actitud disciplinada, silenciosa y estoica con que están afrontando la tragedia que están viviendo. Supongo que el resto del mundo deberíamos aprender algo de este pueblo bastante desconocido en Occidente, pero que, partiendo de una desgracia desmesurada, nos están dando una gran lección a todos de cómo enfrentarnos a momentos difíciles.
Dada mi conexión con Japón, me siento muy triste y preocupada por tanta gente que conozco, pero de la que no tengo noticias. A todos los que les pueda llegar mi mensaje, y también a los que no, sólo quiero enviarles un mensaje de esperanza en que sus técnicos, responsables, gobierno y voluntarios puedan solucionar su problema pronto y todo vuelva a la calma, sólo así y todos juntos podrán llorar a sus muertos y reconstruir un país zarandeado de manera tan brutal por la naturaleza. 
Expresar, al mismo tiempo mi solidaridad con todos y decirles que la única arma que tenemos desde la distancia es la de pedir a Dios que les eche una mano. Así lo hacemos todos los días, esperamos que nuestras oraciones den su fruto.

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