martes, 5 de julio de 2011

Orgullo y resignación

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Si en el globo terráqueo existimos seres de todos los tipos, condiciones, ideologías, características y familias ¿A santo de qué solo se reconoce a algunos? ¿Qué pasa, que solo unos pocos tienen derecho a reivindicarse cuando lo tienen todo ya reivindicado? Si los gays llevan ya algunos años desfilando durante uno de los fines de semana al entrar el solsticio de verano, a pesar de que últimamente lo hagan exclusivamente con el afán de exhibir esos cuerpos que la naturaleza les ha regalado y que ellos han cincelado a modo de un modelo de Miguel Ángel, con mayor motivo podrían hacerlo todos aquellos que realmente necesitan que se les escuche y se les ayude a solucionar sus problemas. Pongamos por caso a las mujeres maltratadas, a los niños abandonados, a los discapacitados, a las prostitutas, a los sintecho y también a todos los heterosexuales entre los que podríamos englobar a altos, bajos, gordos, delgados, calvos, con pelo, tuertos, cojos, mancos, con gafas, rubios, morenos, sintéticos (este adjetivo solo mis amigos lo comprenderán), hipotecados, arruinados, indignados, parados, padres, madres, tíos, primos, vecinos, parientes, etc. Si hay igualdad debería haber los mismos derechos para todos, y no a manifestarse solamente sino también, como es el caso del Orgullo Gay, a desfilar para que todos nos admiraran y no sirviéramos de compasión. Que el Ayuntamiento nos prestara las calles más céntricas de la ciudad y fuéramos todos protegidos por una sarta innumerable de policías y de coches del Samur y de limpieza. En fin para que en este país cada día (ya quedan pocos sin asignarles un santo) fuera una gran fiesta, que para eso estamos viviendo en el “país de la farándula y la pandereta”. Seríamos envidiados por el resto del planeta y en lugar de vivir en un infierno, viviríamos en un verdadero paraíso.





Sin embargo, esto no deja de ser una utopía más y a diferencia de sentirnos orgullosos, todos estamos resignados a esta realidad que nos ha tocado vivir, a pesar de que con fiestas como con las del orgullo gay, podamos fantasear con un mundo mejor; pues no en vano ellos a base de tesón y reivindicaciones han conseguido que se les reconozcan sus derechos y que vivan dignamente su vida dentro de una sociedad aparentemente liberal, pero realmente troglodita.