Yo nací en un pueblecito de la provincia de Zamora,
y al contrario de Leopoldo Alas Clarín, que dijo: “Me nacieron en Zamora”, como
algo que sucedió casualmente en su vida por estar su padre destinado como
gobernador en esa cuidad, siendo oriundos de Oviedo, yo digo con la boca llena
que “nací en Cubo de la Tierra del Vino,
un pequeño pueblo situado al sur de la provincia de Zamora”.
Como cualquier pueblo de Castilla, puede pasar
desapercibido, incluso en Google Maps que abarca todo, sin embargo, ese es mi
pueblo. Allí nacieron mis antecesores, allí me engendraron y allí, quiero que
vayan a parar mis huesos cuando ya no pinte nada en este mundo.
Sin tener ningún monumento significativo que pueda
atraer al forastero y mucho menos al turista, sí tiene un nombre como pocos
pueblos pueden presumir. Siete son las palabras que lo integran y cada una de
ellas tiene su propio significado. “Cubo”, podríamos pensar, leyéndolo dentro
del sintagama que configura el nombre completo, que se trata de esa vasija en
la que se cuece el vino, pero en este caso no sería “cubo” sino “cuba”, por lo
que tenemos que indagar en el significado del mismo. Según la RAE, “Cubo” tiene
muchos significados, sin embargo el significado que le da el nombre es el de
“Torreón circular de las fortalezas antiguas”, es el último significado
descrito en el diccionario, pero ese es el que define a mi pueblo. ¿Por qué es
este y no otro? Pues porque, parece ser estaba situado en una de las calzadas romanas,
La Vía de la Plata, y en su tiempo existía un cubo (torre vigía) que servía
para vigilar esta zona, catalogada como estratégica en su época.
Pertenece a la antigua Sabaria, que era un territorio
semiautónomo, entre los reinos Suevo y Visigodo, en los siglos IV y VI que ocuparía la zona que va de Benavente
a Salamanca y de Sayago a Simancas. en la
vía 24 del “Itinerario de Antonio”, entre Helmántica
(Salamanca) y Ocelo Durii (Zamora), que
suele identificarse con Torre de Sabre. Fuera como fuese, no deja de ser historia, el
presente es totalmente diferente.
A continuación tiene dos complementos del nombre “de
la Tierra del Vino”, es obvio, pues este municipio pertenece a esa zona, una
zona que se caracteriza por ser , o más bien, haber sido históricamente
productora de vino. Así en Zamora, hay diferentes comarcas que se denominan en
función de lo que producen: Tierra del pan, Tierra del Vino, etc.
Mi pueblo tenía muchísimas hectáreas de viñedo,
hasta que en el siglo XIX llegó la plaga de la fliloxera y los diezmó
considerablemente, sin embargo no fue hasta la entrada de España en la UE,
cuando empezaron a engolosinar a los vinicultores con esas estúpidas
subvenciones para que arrancaran sus cepas y éstos, sin pensar en nada más y
llevados, en la mayor parte de las veces, por una acuciada necesidad económica,
dejaron el término asolado y desolado, privándonos de su paisaje y también de
sus ricos caldos que se elaboraban de manera tradicional en esas bodegas
subterráneas, excavadas durante los largos y duros inviernos por los abuelos a
base de pico, tesón y paciencia.
Imagino que más de uno se habrá arrepentido de
deshacerse de sus viñedos heredados de sus predecesores, cuando en abril de
2007, más concretamente el día 28, se le otorgó la denominación de origen a esa
zona. Gran variedad de uvas como son tempranillo, malvasía, moscatel, verdejo,
garnacha, cabernet sauvignon, albilllo, palomino o godello.
Ya solamente nos quedan las bodegas, si bien es
verdad que todavía tienen su función y nos acogen en fechas determinadas para
festejar junto a nuestros amigos.
No solo desaparecieron físicamente las viñas y nos
dejaron un paisaje seco y árido, sino que también desapareció todo lo que
conllevaba el trabajo de las mismas, dependiendo de la época del año: podarlas,
recoger y trenzar las vides o sarmientos (que
nos calentarían durante esos días crueles de invierno), ararlas, escarbarlas,
azufrarlas, vendimiarlas y finalmente recorrerlas con el ganado, principalmente
ovejas que se aprovechaban de aquellos gajos olvidados por los vendimiadores, sustancia
que vertería en una leche exquisita como base del famoso queso de oveja
zamorano, actualmente con denominación de origen y que en nada tiene que
envidiar al archiconocido manchego.
A pesar de haber ido perdiendo ciertas tradiciones,
todavía , y con el empeño de los vecinos, se mantienen otras como la matanza
(cada vez menor, pues debido a la llegada del consumismo y la modernez ya no
necesitamos conservar los productos del cerdo ni en adobo, ni en salazón, ni
secos, ni curados, que para eso están las cámaras frigoríficas y además…
¡producen colesterol!). La fiesta de los Quintos, bastante descafeinada, ya que
los mozos no tienen que ir a la mili y además se hacen hombres muy
prematuramente; antes decían que un chico no era un hombre hasta que no pasaba
por el ejército; sin embargo en torno al día de Reyes, los muchachos que han
cumplido 18 años, se reúnen a fin de organizar su fiesta. La fiesta de las Águedas,
en las que las mujeres casadas son las protagonistas. Era una fiesta
reivindicativa de la mujer, pero esto antiguamente, porque ahora no deja de ser
eso: una fiesta más. Antiguamente era el día en el que las mujeres, que nunca
salían de entre los pucheros, salían de casa con sus amigas, vecinas y paisanas
y dejaban al hombre en la casa. Los hombres ese día perdían o arrinconaban el
bastón de mando, tenían que estar sometidos a la voluntad de sus esposas. Lástima
que solo fueran 24 horas. Eso sí, los invitaban al baile para que les sirvieran
de pareja al marcar los pasodobles, tangos, vals o alguna de las muchas jotas que hay en esa tierra castellana.
Bueno, muchas cosas son las que podría decir de mi
pueblo, sin embargo lo dejaré para otro momento.
Continuará…