miércoles, 28 de noviembre de 2012

Mi pueblo: El Cubo de la Tierra del VIno

Por Ángeles Álvarez Moralejo

Yo nací en un pueblecito de la provincia de Zamora, y al contrario de Leopoldo Alas Clarín, que dijo: “Me nacieron en Zamora”, como algo que sucedió casualmente en su vida por estar su padre destinado como gobernador en esa cuidad, siendo oriundos de Oviedo, yo digo con la boca llena que “nací en  Cubo de la Tierra del Vino, un pequeño pueblo situado al sur de la provincia de Zamora”.
Como cualquier pueblo de Castilla, puede pasar desapercibido, incluso en Google Maps que abarca todo, sin embargo, ese es mi pueblo. Allí nacieron mis antecesores, allí me engendraron y allí, quiero que vayan a parar mis huesos cuando ya no pinte nada en este mundo.
Sin tener ningún monumento significativo que pueda atraer al forastero y mucho menos al turista, sí tiene un nombre como pocos pueblos pueden presumir. Siete son las palabras que lo integran y cada una de ellas tiene su propio significado. “Cubo”, podríamos pensar, leyéndolo dentro del sintagama que configura el nombre completo, que se trata de esa vasija en la que se cuece el vino, pero en este caso no sería “cubo” sino “cuba”, por lo que tenemos que indagar en el significado del mismo. Según la RAE, “Cubo” tiene muchos significados, sin embargo el significado que le da el nombre es el de “Torreón circular de las fortalezas antiguas”, es el último significado descrito en el diccionario, pero ese es el que define a mi pueblo. ¿Por qué es este y no otro? Pues porque, parece ser  estaba situado en una de las calzadas romanas, La Vía de la Plata, y en su tiempo existía un cubo (torre vigía) que servía para vigilar esta zona, catalogada como estratégica en su época.
Pertenece a la antigua Sabaria,  que era un territorio semiautónomo, entre los reinos Suevo y Visigodo, en los siglos IV y VI que ocuparía la zona que va de Benavente a Salamanca y de Sayago a Simancas. en la vía 24 del “Itinerario de Antonio”, entre Helmántica (Salamanca) y Ocelo Durii (Zamora), que suele identificarse con Torre de Sabre. Fuera como fuese, no deja de ser historia, el presente es totalmente diferente.
A continuación tiene dos complementos del nombre “de la Tierra del Vino”, es obvio, pues este municipio pertenece a esa zona, una zona que se caracteriza por ser , o más bien, haber sido históricamente productora de vino. Así en Zamora, hay diferentes comarcas que se denominan en función de lo que producen: Tierra del pan, Tierra del Vino, etc.
Mi pueblo tenía muchísimas hectáreas de viñedo, hasta que en el siglo XIX llegó la plaga de la fliloxera y los diezmó considerablemente, sin embargo no fue hasta la entrada de España en la UE, cuando empezaron a engolosinar a los vinicultores con esas estúpidas subvenciones para que arrancaran sus cepas y éstos, sin pensar en nada más y llevados, en la mayor parte de las veces, por una acuciada necesidad económica, dejaron el término asolado y desolado, privándonos de su paisaje y también de sus ricos caldos que se elaboraban de manera tradicional en esas bodegas subterráneas, excavadas durante los largos y duros inviernos por los abuelos a base de pico, tesón y paciencia.
Imagino que más de uno se habrá arrepentido de deshacerse de sus viñedos heredados de sus predecesores, cuando en abril de 2007, más concretamente el día 28, se le otorgó la denominación de origen a esa zona. Gran variedad de uvas como son tempranillo, malvasía, moscatel, verdejo, garnacha, cabernet sauvignon, albilllo, palomino o godello.
Ya solamente nos quedan las bodegas, si bien es verdad que todavía tienen su función y nos acogen en fechas determinadas para festejar junto a nuestros amigos.
No solo desaparecieron físicamente las viñas y nos dejaron un paisaje seco y árido, sino que también desapareció todo lo que conllevaba el trabajo de las mismas, dependiendo de la época del año: podarlas,   recoger y trenzar las vides o sarmientos (que nos calentarían durante esos días crueles de invierno), ararlas, escarbarlas, azufrarlas, vendimiarlas y finalmente recorrerlas con el ganado, principalmente ovejas que se aprovechaban de aquellos gajos olvidados por los vendimiadores, sustancia que vertería en una leche exquisita como base del famoso queso de oveja zamorano, actualmente con denominación de origen y que en nada tiene que envidiar al archiconocido manchego.
A pesar de haber ido perdiendo ciertas tradiciones, todavía , y con el empeño de los vecinos, se mantienen otras como la matanza (cada vez menor, pues debido a la llegada del consumismo y la modernez ya no necesitamos conservar los productos del cerdo ni en adobo, ni en salazón, ni secos, ni curados, que para eso están las cámaras frigoríficas y además… ¡producen colesterol!). La fiesta de los Quintos, bastante descafeinada, ya que los mozos no tienen que ir a la mili y además se hacen hombres muy prematuramente; antes decían que un chico no era un hombre hasta que no pasaba por el ejército; sin embargo en torno al día de Reyes, los muchachos que han cumplido 18 años, se reúnen a fin de organizar su fiesta. La fiesta de las Águedas, en las que las mujeres casadas son las protagonistas. Era una fiesta reivindicativa de la mujer, pero esto antiguamente, porque ahora no deja de ser eso: una fiesta más. Antiguamente era el día en el que las mujeres, que nunca salían de entre los pucheros, salían de casa con sus amigas, vecinas y paisanas y dejaban al hombre en la casa. Los hombres ese día perdían o arrinconaban el bastón de mando, tenían que estar sometidos a la voluntad de sus esposas. Lástima que solo fueran 24 horas. Eso sí, los invitaban al baile para que les sirvieran de pareja al marcar los pasodobles, tangos, vals o alguna de las muchas jotas que hay en esa tierra castellana.
Bueno, muchas cosas son las que podría decir de mi pueblo, sin embargo lo dejaré para otro momento.
Continuará…