Por fin
ayer tras un cónclave rápido salió elegido el nuevo Sumo Pontífice, rompiendo
todas las quinielas que había en torno al nuevo Papa, fue designado el
argentino Jorge Mario Bergoglio. Lo que más me ha fascinado ha sido el nombre
que ha elegido: FRANCISCO, no podría ser el nombre mejor del nuevo Papa, que ha decidido apelarse de esa manera por primera vez en la historia desde que San Pedro adquiriera el nombre que le dio la
piedra sobre la que edificó la Iglesia encomendada por Cristo. Hace el número
266 en la lista de Papas que han construido la historia de la Iglesia. No ha
querido heredar ningún otro nombre de sus antecesores: ni Juan, ni Gregorio, ni
Clemente, ni Pío, ni León, ni Benedicto, ni Alejandro, ni Inocencio, ni Pablo,
ni Urbano, ni Julio, ni Calixto, ni Bonifacio, ni Nicolás, ni Pedro; ha elegido
un nombre sencillo a imitación de grandes santos como Francisco de Asis o
Francisco Javier.
Es
un nombre que en poco difiere la fonética de su pronunciación en las diferentes
lenguas, puede ser Frank, o Francis, o Francesco, o Francisco; de esta manera
cuando lo llamemos habrá unidad en todas las voces, por algo se empieza.
Sin
embargo en nuestra lengua, que es la suya, será el Papa Paco que es el hipocorístico
(a San Francisco de Asis se le conocía
como “Pater Comunitatis” al fundar la orden de los franciscanos, de ahí Paco) con
el que se conocen familiarmente a todos los Franciscos. Eso nos dará mayor
proximidad a un Papa que además habla nuestra misma lengua, pues eso, será el
Papa Paco y para los andaluces seguramente será el Papa Curro.
Esperemos
que la sencillez de su nombre refleje también la sencillez y humildad de una
persona que acaba de tomar el timón de un gran barco que es la Iglesia. Que
sepa acercarse a los pobres y se enfrente con valor y decisión a todos los
problemas que hay dentro de la Iglesia a fin de sanearla y hacer que los
creyentes vuelvan a confiar en quienes la dirigen.
¡Mucha
suerte y salud al nuevo Papa Paco!