lunes, 9 de junio de 2014

Intemperie

Por Ángeles Álvarez Moralejo
El pasado día 15 de mayo me regalaron uno de los libros que despertaban mi interés desde hace tiempo. Pensé que podría identificarme con su lectura ya que está basado en una historia   rural, que se desarrolla en cualquier lugar de la España más seca y decrépita, puede ser cualquier lugar de Castilla o  Extremadura,  dada la escasa vegetación y la llanura en la que se mueven los personajes. Sin embargo y aunque al principio me enganchó sobremanera, poco a poco me fue cansando. El autor se regodea y se vuelve a regodear en hacer unas descripciones pesadas, llenas de palabras arcaicas que nadie entiende, ni siquiera los que hemos vivido en ese hábitat. La historia no avanza nada de nada, tampoco tendría por qué avanzar si eso es lo que pretende el autor. Solo cuando ya has leído prácticamente todo el libro en las últimas  páginas se desencadena toda la acción y como de un plumazo, remata la historia.

Tengo que decir que aparte de que me haya gustado o no, eso poco importa, Carrasco tiene una prosa muy lírica, que a veces alcanza lo sublime, nada que ver con lo que hizo Juan Ramón Jiménez en “Platero y yo”, pero no está mal. Que me perdone el autor, pero me da la sensación de que cuando escribió la obra lo hizo de un tirón y después se rodeó de diccionarios, glosarios, etimologías, etc. Y tras señalar todas las palabras que le pareció oportuno, empezó a buscar sinónimos para las mismas, palabras cada vez más rebuscadas que al transcribirlas en su texto sorprendieran al lector sobremanera.

Si tengo que quedarme con alguna parte de este libro elegiría la descripción que hace de la insolación del niño, me parece magistral la forma de escribirla, se me pusieron los pelos de punta cuando la leí: “/…/Gritos del averno empujan los muros de su cabeza de fuera a dentro. Nota la vibración en sus sienes membranosas y siente flotar sus ojos en las órbitas como hielos en un vaso/…/”


Muchos críticos lo han comparado con Miguel Delibes en esa maestría al describir el paisaje, sin embargo pienso que ambos escritores no guardan relación alguna. Delibes es un maestro, Carrasco tiene que enseñarnos todavía muchas cosas, tal vez algún día podamos contar con él como uno de los clásicos de nuestra literatura, de momento habrá que esperar. A mí,   su obra me parece que está más cerca del culteranismo de Góngora que del realismo de Delibes.