lunes, 25 de septiembre de 2017

TIEMPO DE VENDIMIA

Por Ángeles Álvarez Moralejo
A pesar de seguir vistiendo la ropa y el calzado de verano, dado las altas temperaturas que nos siguen acompañando, el pasado fin de semana pudimos acercarnos a los viñedos, repletos de doradas, maduras y dulcísimas uvas que auguran una añada excelente de ese vino que nos regará las mesas durante todo el año. Esto del calentamiento global nos tiene un poco despistados, pues siempre la vendimia se ha celebrado por el Pilar, sin embargo este año nos gritaban los racimos desde las cepas para que los recogiéramos ya y así evitar el ser devorados por avispas y aves de toda índole.
Los que nacimos en Tierra del Vino, no nos resistimos a dar una vuelta por nuestra zona cuando llegan estas fechas y aunque  ya no tengamos viñas en propiedad, siempre estamos dispuestos a echarles una mano tanto a vecinos, como parientes o amigos. Es un regalo para nosotros poder armarse de ropa adecuada, aunque este año no era muy necesario ir muy abrigado, debido al calor, pues a pesar del rocío mañanero a eso de las 10 de la mañana ya caía un sol de justicia sobre las cabezas, corbillo en mano y cuévano para compartir entre dos personas se dispone toda la cuadrilla a encarrilar los líneos de cepas, blanca: albillo, malvasía, jerez, moscatel, verdejo y tinta:  Toro, garnacha y tempranillo. Es una delicia ir cortando los gozados racimos de uva y llenando los cestos.
Sí, en mi tierra todavía se sigue vendimiando como lo hacían nuestros abuelos, no ha llegado ni la denominación de origen ni las grandes extensiones de viñedos que conlleva la gran explotación, por lo que se cortan a mano y se acarrean en cajas hasta las bodegas. La única diferencia es esa, que ya no se trasladan en asnales de mimbre ni en carros tirados por vacas o mulas, sino que se hace en tractores o carros tirados por coches. Otra diferencia es que ya al llegar a la bodega no se echan por la zarcera para que caigan en el lagar donde serían pisadas con los pies descalzos de los productores y familia, sino que en este sentido se han mecanizado y disponen de máquinas eléctricas, que colocadas en la superficie, despalillan la uva y a través de una manguera que recorre la escalera de la bodega dirige el mosto directamente a las cubas.
De lo que sí estamos orgullosos es de las bodegas excavadas en piedra que nos han legado nuestros antepasados. Cada familia dispone de una y es allí donde se hace y conserva el vino durante todo el año y donde también pasamos muchos ratos de diversión  tomando merendolas y pasando tardes/noches muy agradables, bebiendo en compañía de nuestros amigos. Actualmente las zarceras se han convertido en chimeneas que son encendidas en invierno con el fin de hacer parrilladas de chorizo, panceta, costillas, etc.
A eso de las 11:30 de la mañana, una persona designada, previo mensaje del patrón (en este caso Dorín) “Si puedes pa las once y media o así, vas a llevar las diez”, se acerca a la viña para llevar el almuerzo. Es el mejor momento de la vendimia. ¿En qué consiste? Pues no se trata de un tentempié, no, es un almuerzo contundente: tortilla de patatas, chorizo asado, queso de oveja, jamón serrano, etc. etc. Eso sí con un buen pan de pueblo de trigo candeal cocido en un horno de Pereruela, que son los mejores para este menester.
Cuando el mosto ya está en las cubas, es la hora de la comida. ¿Hay hambre tras semejante almuerzo? Pues sí, porque se trata de compartir la mesa con toda la cuadrilla de vendimiadores  donde se comentará todo lo acaecido durante el día.
Ahora solo queda esperar a que el mosto cueza y poco a poco con las heladas, que esperemos que lleguen pronto, se pueda ir convirtiendo en un buen vino para gozo de todos los que lo vayan a degustar durante el año.
Ya queda un día menos para la próxima cosecha.


Si quieres hacer algún comentario a este artículo, por favor me gustaría que interpretaras el mensaje del patrón, no lo entiendo muy bien.

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